sábado, 18 de junio de 2011

La Santísima Trinidad


El dogma de la Santísima Trinidad
253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: "la Trinidad consubstancial" (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina" (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804).
254 Las personas divinas son realmente distintas entre sí. "Dios es único pero no solitario" (Fides Damasi: DS 71). "Padre", "Hijo", Espíritu Santo" no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede" (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.
255 Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: "En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia" (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, "todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1330). "A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo" (Cc. de Florencia 1442: DS 1331).
256 A los catecúmenos de Constantinopla, S. Gregorio Nacianceno, llamado también "el Teólogo", confía este resumen de la fe trinitaria:
Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje...Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero...Dios los Tres considerados en conjunto...No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo...(0r. 40,41: PG 36,417).

IV Las obras divinas y las misiones trinitarias
257 "O lux beata Trinitas et principalis Unitas!" ("¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y unidad esencial!") (LH, himno de vísperas) Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el "designio benevolente" (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, "predestinándonos a la adopción filial en él" (Ef 1,4-5), es decir, "a reproducir la imagen de su Hijo" (Rom 8,29) gracias al "Espíritu de adopción filial" (Rom 8,15). Este designio es una "gracia dada antes de todos los siglos" (2 Tm 1,9-10), nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia (cf. AG 2-9).
258 Toda la economía divina es la obra común de las tres personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación (cf. Cc. de Constantinopla, año 553: DS 421). "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio" (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1331). Sin embargo, cada persona divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo Testamento (cf. 1 Co 8,6): "uno es Dios y Padre de quien proceden todas las cosas, un solo el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas (Cc. de Constantinopla II: DS 421). Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas.
259 Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rom 8,14).
260 El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno me ama -dice el Señor- guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23).
Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora (Oración de la Beata Isabel de la Trinidad)

Resumen
261 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
262 La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno, y que el Hijo es consubstancial al Padre, es decir, que es en él y con él el mismo y único Dios.
263 La misión del Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo "de junto al Padre" (Jn 15,26), revela que él es con ellos el mismo Dios único. "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria".
264 "El Espíritu Santo procede del Padre en cuanto fuente primera y, por el don eterno de este al Hijo, del Padre y del Hijo en comunión" (S. Agustín, Trin. 15,26,47).
265 Por la gracia del bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna (cf. Pablo VI, SPF 9).
266 "La fe católica es esta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad" (Symbolum "Quicumque").
267 Las personas divinas, inseparables en lo su ser, son también inseparables en su obrar. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo.

martes, 7 de junio de 2011

Carta de Jesus a un Joven


Carta de Cristo
Autor:



Mi querido amigo (a):


Hoy quiero escribirte porque quiero conversar contigo... Sí, quiero hablarte con la voz del corazón y escuchar la voz del tuyo. Hace tiempo que te estoy esperando; sé que mantienes muchas cosas entre manos, que no tienes tiempo... pero, mi amor por ti es superior a todo lo que tengas que hacer, y por eso, hoy decidí escribirte.

Ah, se me había olvidado decirte quién soy; pero ¿no es verdad que tu ya sabes quién es el que te escribe?

Soy yo, Jesús, el hijo de María, tu amigo y salvador.

Dime amigo: ¿te cuesta creer? Para mí es tan importante contar con tu fe, porque quiero que me hagas presente vivo entre los hombres. ¿Te gustaría participar conmigo en esta gran misión de salvar la humanidad y llevar mi amor a los hermanos?

A mis amigos les he dicho que yo soy "La luz del mundo", pero, ¿sabes una cosa? Yo te necesito a ti para disipar tantas sombras que oscurecen la vida de los hombres.

¿Acaso no te das cuenta que el pecado ha enceguecido muchas mentes y endurecido muchos corazones? 

Y... ¿tú mismo, no tienes la experiencia de la oscuridad en tu propia vida? ¿Quieres entonces, que compartamos hoy de tú a tú, esa situación tuya que te quita la paz e impide tu crecimiento interior?

¿Qué es lo que te está destruyendo, qué te pasa? Acaso ¿la impureza..., la incredulidad..., el egoísmo..., la mentira..., el desamor..., ha manchado tu juventud y por eso te sientes inquieto? Háblame con toda confianza, pues quiero ayudarte, brindarte mi amor misericordioso y sanarte con mi gracia.

Al decirle un día a mis amigos que mi Cuerpo era verdadera comida y mi Sangre verdadera bebida, muchos dieron un paso atrás y rompieron su amistad conmigo. Al preguntarle a los doce si también querían dejarme, Pedro me contestó: "Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabra de vida eterna".

Ahora dime tú, amigo (a), que eres joven y amas la vida ¿qué estás haciendo con tu juventud? ¿qué es lo que buscas? ¿qué es lo que anhelas?

Háblame, aquí estoy para escucharte... ánimo... No tengas miedo..., Yo estoy contigo. Yo he vencido la muerte y el dolor. Tu corazón puede descansar seguro en el mío, porque sólo quiero que tengas vida y la tengas en abundancia; para esto me envió mi Padre, que es también tu Padre; Él te ama tanto que me envió para salvarte... ¿Te das cuenta cuan inmenso es el amor de Dios por ti? Esta carta me está saliendo un poco larga, ¡pero créeme que estoy feliz comunicándome contigo! 

Perdóname, pero quiero hacerte una pregunta, la misma que un día le hice a un amigo: "Pedro... ¿me amas? ¿como me lo aseguras? ¿Por qué no examinas un poco tu comportamiento con los hombres, mis hermanos, antes de responderme?

¡Gracias! Un millón de gracias por escucharme... por lo que me has confiado... y también por la respuesta que acabas de dar.

No olvides nunca que si te sientes cansado o triste, puedes contar conmigo, yo te aliviaré... Eso sí, trata de aprender de mí que Soy manso y humilde de corazón...

Bueno, hasta pronto, saludes a los tuyos, a todos los que amas... Diles que siempre los estoy esperando, porque mi amor por ti es eterno y no se agota jamás.

Para ti la fuerza de mi amor y el de mi Padre que es el mismo... 

No me olvides nunca... "Yo jamás te abandonare"

Tu amigo de siempre: 

Jesucristo
(Espero tu respuesta)